Sus protagonistas cuentan una lucha de treinta años. Ha sido para esas comunidades un proceso de resistencia en contra de la llamada industria camaronera que ha significado –con la construcción de piscinas camaroneras- no solo la tala y destrucción del manglar y su ecosistema, sino también violentos procesos de despojo de la tierra y desplazamiento de comunidades enteras, persecución y muerte para muchos habitantes del manglar.